jueves, 5 de febrero de 2009

¿Debe España abandonar el Euro?

Italianos, españoles y griegos hemos estado viviendo en un mundo feliz, gastándonos lo que no teníamos. Era un mundo de fantasía.
Es una cuestión que quizá se estén planteando nuestros políticos, con el pánico anidando en su entrecejo. Les costará mucho tomar una decisión como esa, porque sería su suicidio político.

A favor de abandonar:

Si España conservara su soberanía monetaria y cambiaria, podría dejar que su moneda se depreciara, lo que dinamizaría las exportaciones y facilitaría la salida de la crisis.

En contra de abandonar: 
La moneda común ha proporcionado a España una estabilidad financiera sin precedentes y, al reducir los tipos de interés, ha sido una de las claves del fuerte crecimiento de los últimos 15 años. Si se abandonara el euro creándose una nueva moneda, con un déficit por cuenta corriente de cerca del 10% del PIB, lo más probable es que España sufriera una huida de capitales seguida de una espiral inflacionista, que obligaría al Banco de España a elevar drásticamente los tipos de interés y haría más profunda la recesión y la caída del empleo.

Más opiniones al respecto:
Lo peor de quedarse en el euro es que hará en algún momento imprescindible reducir salarios reales, dejando a muchas familias en una delicadísima situación por cuanto la deuda en el sistema es ingente. Lo peor de salir del euro será la implantación de un “corralito” temporal de los depósitos bancarios (es cierto que los tipos subirán, pero también se contrarrestará bastante con la capacidad propia de crear dinero, por cuanto no lo considero del todo diferencial como desventaja frente a la opción de seguir en el euro). 
 Creo que lo más probable es que nos acaben ayudando Francia y Alemania. Salirnos del euro es una posibilidad, pero la veo menos factible: somos un país muy importante para dejar la moneda única y, al mismo tiempo, suficientemente pequeño para poder ayudarnos. 
La mayor parte de estas deudas está adquirida en euros, no en pesetas ni en libras irlandesas. Si un país abandonase la moneda única, el valor de su nueva divisa caería, quizá, en torno a un 30% o un 50%. Aunque eso supondría un indudable estímulo para los exportadores en un primer momento, el valor de sus deudas una vez trasladadas a la nueva moneda devaluada se dispararía. Los gobiernos, los prestatarios del sector privado y los bancos se verían prácticamente incapaces de pagar las deudas adquiridas en la "moneda fuerte". El resultado final sería probablemente la quiebra de todos los agentes, un destino mucho peor que la crisis actual.

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