La vida de las plantas
Hace 5 días
Días vertiginosos que producen más historia de la que podemos consumir
La caída del empleo es de enorme trascendencia porque el factor humano es el más relevante elemento productivo, el más importante componente de la demanda y, además, y sobre todo, porque la finalidad última de la actividad económica es procurar la mayor felicidad para el mayor número de seres humanos.Estos preocupantes datos sobre Europa.
Las consecuencias de la actual crisis son muy difíciles de prever, pero sí puede afirmarse que, cuanto más dure, más graves serán, porque varios años de desempleo y malestar social, no limitados a los países ricos, que al fin y al cabo tienen recursos para amortiguar la penuria, sino extendidos a países pobres, pueden dar lugar a problemas y tensiones políticas de dimensiones incalculables.
El intento de defender el sistema monetario del patrón oro [en la crisis del 29], que requería una política monetaria restrictiva, fue uno de los factores que acentuó el pánico y empeoró la catástrofe. Hubo muchos otros elementos que contribuyeron al alargamiento y la profundidad de la caída (entre ellos el resurgir del proteccionismo), pero otro grave error, especialmente del Gobierno norteamericano, fue su voluntad de impedir que cayeran los precios y los salarios. Un artículo muy conocido de Peter Temin, catedrático de MIT, compara la evolución de los salarios en Estados Unidos y la Alemania nazi y muestra cómo la caída de los salarios en Alemania y las medidas intervencionistas del Gobierno, acabaron en muy poco tiempo con el paro alemán, que era aún mayor que el de Estados Unidos en 1932. En este país, donde los salarios reales aumentaron durante la depresión, el alto nivel de paro no desapareció hasta la Guerra Mundial.
Pero si se están tomando las medidas adecuadas, ¿por qué dura tanto la crisis?
La moderación de los salarios favorece el empleo o aminora el desempleo. El mantenimiento artificial del salario, como se está haciendo en España, segmenta el mercado de trabajo, separando a empleados privilegiados y parados desprotegidos. Debido a la rigidez salarial, la Gran Depresión conoció tasas de desempleo sin precedentes.
La comparación entre ambas crisis nos dice bien a las claras que un mercado laboral rígido multiplicará y prolongará el volumen de desempleo y, por tanto, la desesperación de millones de trabajadores. Las consecuencias pueden ser catastróficas, como lo fueron las de la Gran Depresión.
Entre enero y marzo pasados el conjunto de la UE decayó un 2,5% de su Producto Interior Bruto (PIB), frente a un 1,6% en EE UU. Alemania, que representa un poco más de la cuarta parte del conjunto de la zona euro, cayó casi un 7% en términos interanuales. Italia, 5,9%; Francia, 3,2%; Reino Unido, 4,1%; España, 2,9%. La hecatombe, en los países bálticos: Letonia, -18,6%; Estonia, -15,6%; Lituania, -10,6%.
Los eurobarómetros y los sondeos nacionales que se hacen públicos con motivo de las próximas elecciones europeas indican una sensación de fin de siècle, o de estación término de una época en muchos europeos, en la que se combinan el decrecimiento económico, la desafección política y el descontento social ante lo que está sucediendo (primeras manifestaciones sindicales en varias ciudades europeas).
1. Primero, la reforma laboral. Hace semanas, cien académicos han puesto sobre la mesa una propuesta de reforma laboral clara, sencilla y factible. Lo que hace falta ahora es que los partidos, los interlocutores sociales y el Gobierno aborden esta cuestión sin excusas. La economía del conocimiento demanda un nuevo mercado de trabajo.
2. En segundo lugar, una reforma de las pensiones que lleve a una sustancial reducción de las cotizaciones sociales y a un incremento de la edad de jubilación es el único camino posible. No hacen falta más medidas, pero éstas son tan necesarias para el cambio como el aire limpio. Sobre este tema el silencio del Gobierno, oposición e interlocutores sociales es atronador.
3. En tercer lugar, una reforma orgánica de la imposición fiscal. Correctamente, el presidente del Gobierno ha subrayado que, con una presión fiscal del 33% del PIB, la imposición fiscal en España es menor que en muchos países de la UE. Así es, pero, al mismo tiempo, mantenemos una distribución de cargas entre los diferentes impuestos que es especialmente gravosa con el trabajo, especialmente el trabajo más cualificado, que es justo lo que necesitamos incentivar.
4. En cuarto lugar: la inmigración. Los inmigrantes no constituyen solamente la mayoría de los parados, sino que siguen llegando inmigrantes escasamente cualificados. Un cambio radical en la política de inmigración es una pieza crucial para un nuevo modelo de desarrollo.
5. Quinto, el sistema financiero. La reforma de las cajas de ahorro, para que den cuentas a alguien, preferiblemente al mercado, debe hacerse antes de que sea demasiado tarde.
6. Finalmente, la educación y en especial las universidades. El discurso del presidente contenía varias y útiles medidas para el sector de la educación, pero se ha quedado corto con lo principal: reformar el sistema universitario para que las universidades españolas puedan competir libremente entre ellas, y que ganen las mejores. Es decir, hay que premiar a las universidades que producen más investigación de calidad y jóvenes trabajadores mejor preparados. Es aquí, únicamente desde estas bases, y no desde incentivos fiscales y dirigismo político, desde donde puede surgir el nuevo modelo de crecimiento que España necesita.
Michele Boldrin es catedrático de la Washington University en San Luis y director de la Cátedra FEDEA-Repsol.
Cuando el sector inmobiliario estuvo en la cresta de ola, abandonaron bancos y cajas para preparar las salidas de sus empresas a los mercados bursátiles. Hoy, las entidades financieras vuelven a reclamarlos para pilotar sus nuevas divisiones inmobiliarias o gestionar los activos que ejecutan a empresas y clientes. Banco Santander, Banco Popular, Caixa Catalunya, Banc Sabadell o Caixa Penedès son algunas de las entidades que han recuperado a primeras espadas del sector del ladrillo.Dice el ministro de industria, no se sabe si con un punto de cinismo, de buena fe o de estulticia
Hay que dejar atrás el peso excesivo del ladrillo y comenzar a sentar las bases de una nueva economíaes decir, dice, sigo aquí gracias a esta masa de borregos que me apoyan y votan y no me persiguen a gorrazos, a quienes no importa que se les engañe, o se les prometan cosas que no se conseguirán y no piensen que los políticos deben de prever lo que haya de suceder en vez de decir que tendrá que suceder lo que está sucediendo ante nuestros ojos.
Poco después de que quebrara el socialismo, también el neoliberalismo ha caído hecho añicos.
En un Reino Unido quebrantado por las políticas asistenciales del Partido Laborista, la doctrina neoliberal alienta la iniciativa privada. Como setas tras una noche de lluvia, surgen las pequeñas empresas. Un resurgir facilitado por la demolición de las cuotas fiscales, la más elevada de las cuales queda reducida al 40%, y por la privatización de los bienes estatales.
Durante varios años, Reino Unido vende sus joyas: escuelas, parques, hospitales, y hasta los transportes y la telefonía acaban en manos privadas. Las cajas del Estado se hinchan y la política monetaria se convierte en un ejercicio contable, tal y como había sugerido el gurú del neoliberalismo, Milton Friedman, el economista más admirado por la Dama de Hierro.
Un conjunto de desgravaciones fiscales, de incentivos monetarios y de relajación de controles transforma a la capital británica en el centro de negocios más dinámico y codiciado del mundo. Es el inicio de la desregulación.
El caballo de batalla del nuevo sistema económico pasa a ser la privatización, un virus entero y verdadero. Desde Londres, los bancos internacionales guían su contagio embolsándose cifras de vértigo mediante sus asesorías.
En Rusia crea la casta de los oligarcas; en Estados Unidos da vida a los abusos financieros que han arrastrado a la economía mundial a la recesión, y hasta en Reino Unido la herencia de la Thatcher consiste en el caos económico.
El verdadero peligro de la recesión, la ausencia de una alternativa al modelo del libre mercado.
Es mi presentimiento de que las perspectivas de que se lleve a cabo una reforma financiera fundamental están evaporándose.
¿Se acuerda alguien del caso de H. Rodgin Cohen, un famoso abogado de Nueva York al que The New York Times describía como "una eminencia gris de Wall Street"? Salió fugazmente en los titulares en marzo cuando por lo visto rechazó el cargo de subsecretario del Tesoro a pesar de ser uno de los candidatos favoritos.
Pues bien, a principios de esta semana, Cohen dijo que el futuro de Wall Street no diferirá mucho de su pasado reciente, y declaró: "No estoy ni mucho menos convencido de que el sistema tenga algún fallo inherente". Oye, ¿y ese pequeño detalle de que ha causado la mayor recesión económica mundial desde la Gran Depresión? Peccata minuta.
Estas palabras dan miedo. Son indicio de que, aunque la Reserva Federal y la Administración de Obama sigan insistiendo en que están decididas a imponer una regulación financiera más estricta y una mayor supervisión, los entendidos de Wall Street se están tomando las suaves medidas bancarias tomadas hasta el momento como una señal de que pronto podrán volver a jugar los mismos juegos que antes.
Así que, como he dicho, mientras los banqueros sigan pensando que los resultados de las pruebas de resistencia son "tranquilizadores", los demás deberíamos estar muy, pero que muy, asustados.
¿Por qué tiene que salir todo un jefe de Estado a hablar por la tele de una vulgar gripe? Ese pánico irresponsable alimentado por las autoridades está causando mucho más daño que ningún virus y un enorme perjuicio económico en billones de dólares. Cuando uno va a México, la gripe porcina es, con mucho, la última en la lista de cosas por las que preocuparse. Es incluso más benigna de lo que imaginaba en un principio; está resultando suave: poco contagiosa y poco peligrosa. Este virus no aguanta más de dos contagios y ya está debilitado. Es una pandemia suave. Este virus no aguanta más de dos contagios y ya está debilitado. Es una pandemia suave.La OMS ya la lió con Toronto en 2003.
Finalizando 2002 se detectó en Asia un brote viral que producía un síndrome agudo de insuficiencia respiratoria o SARS. En abril de 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que, si bien el epicentro de la epidemia estaba en China, había detectado casos "exportados" a la ciudad de Toronto y recomendaba, por lo tanto, evitar viajes a esa ciudad. Los canadienses protestaron insistiendo en que no había razón para la alarma. La OMS retiró su recomendación de evitar viajes a Toronto seis días después de haberla emitido y, en efecto, no hubo en esa ciudad ningún brote significativo de SARS. Lamentablemente, ya era muy tarde. Toronto -un importante centro de convenciones y atracción turística- se convirtió por un tiempo en un destino intocable, lo que provocó muchos más daños que la epidemia de SARS. Al final, el SARS se cobró 774 víctimas en todo mundo, muchísimas menos que las muertes por accidentes automovilísticos.
La economía mexicana se verá muy afectada por el daño que el brote de la enfermedad ha causado a la imagen del país. En 2008, México atrajo a casi 23 millones de visitantes extranjeros, que le generaron 13.000 millones de dólares de ingresos. Más de dos millones de mexicanos tienen trabajo gracias al turismo, y la inversión en el sector es muy importante. Ya la violencia asociada al narcotráfico había ahuyentado a muchos turistas, y la epidemia profundizará esta tendencia. Además de la epidemia y la crisis del turismo México también sufre por la caída de sus exportaciones a raíz de la recesión mundial y la reducción de las remesas de los mexicanos en el exterior. No son las diez plagas de Egipto, pero casi.
Hay un factor muy difícil de predecir: la irracionalidad en la respuesta. El cierre de fronteras y aeropuertos agrava más la crisis que el propio virus. La caída del PIB mundial por una pandemia oscilaría entre el 0,8% y el 12%. El abuso del Tamiflú generará cepas resistentes a ese compuesto.Esta cita de un médico que peleó con la gripe española de 1918:
"Los hechos han demostrado que la mortalidad de esta enfermedad es principalmente una cuestión de asistencia médica y de medios económicos. En pueblos donde la epidemia hacía estragos... ha bastado la llegada de nuevos médicos... (y) algunos miles de pesetas... para que inmediatamente haya cambiado el aspecto de la enfermedad, haya renacido la confianza y disminuido el porcentaje de casos graves y mortales".
Ángel Sánchez de Val, La septicemia gripal (Cartagena, 1919).