Pocos días antes de Navidad
el gobernador del Banco de España habló con una claridad inusitada en el periódico más cercano al partido del gobierno:
"Ésta es la crisis financiera más importante desde la Gran Depresión. No ha habido nada parecido. Lo que estamos viviendo es de dimensiones históricas, con características globales, porque nadie se ha librado de ella. Tiene una intensidad enorme. La desconfianza es total. El mercado interbancario no funciona, y se generan círculos viciosos: los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan... Hay paralización casi total de la que no se escapa nadie".
El problema es que, yo al menos, no veo a nadie al timón. No veo que el gobierno esté preocupado, que asuma su responsabilidad, que sepa qué tiene que hacer. Sólo veo el enorme déficit que va acumulando con su procesión de planes inútiles -todo muy mediático, casi mágico, como este
Plan E- y que tendremos que pagar. Tengo la impresión de que está cazando cualquier ocasión -ahora el asunto de Gaza y las manifestaciones tan viscerales, tan faltas de ecuanimidad- para desviar la atención de su desorientación. Con qué alivio habrá visto el gobierno este titular:
Miles de personas recuperan el espíritu del 'No a la guerra' por el ataque a Gaza.
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